top of page

Al crecer y desarrollarse en el ambiente escolar, en muchos lugares del mundo, en diversas instituciones de educación formal, se les enseña a los niños que la ciencia y la religión no pueden coexistir. Probablemente, esta separación se haga de forma explícita, aunque en la mayoría de los casos, esta es llevada a cabo de forma implícita, prácticamente sin que nadie se dé cuenta del enorme suceso que se está realizando.

En las últimas décadas ha existido un debate sin final sobre el conocimiento científico y el conocimiento bíblico, preguntas como “¿es válida la religión en un mundo científico?”, o bien, en otra perspectiva, “¿es válida la ciencia en un mundo religioso?”; se las realizan todas las personas a lo largo de sus vidas. Estas preguntas son parte del desarrollo del razonamiento profundo de la realidad, así como el cuestionamiento del aprendizaje formal, no formal o informal que un individuo recibe a lo largo de su vida. Estas preguntas no deberían ser vistas como algo negativo, siempre y cuando sean respondidos con un compromiso social y ético hacia la verdad.

Este debate, aunque no es nuevo, ha tomado especial intensidad a final del siglo XIX y continúa en la actualidad. Sin embargo, aunque siempre han existido pensamientos de contrariedad entre la religión y la ciencia, por muchos años, grandes progresos científicos eran realizados por personas religiosas. Ejemplos de ellos son: el monje Gregor Mendel (conocido como el padre de la genética), Carlos Linneo (el padre de la taxonomía) y muchos otros, menos populares, como Louise-Ovide Brunet (considerado como fundador de la botánica canadiense). 

Estos ejemplos ayudan a plantear un nuevo pensamiento, un nuevo cuestionamiento: ¿y si no se tratase de buscar la separación de la ciencia y fe, y se partiese a buscar su convergencia? Si esta perspectiva se lleva a cabo con compromiso, rápidamente se llegará a la conclusión de que la ciencia y la religión se necesitan el uno al otro. De hecho, la ciencia no es más que el estudio de aquello creado por el Dios revelado en la Biblia. Dicho de otro modo, el conocimiento científico complementa y se alinea con el conocimiento bíblico. 

El conocimiento científico es necesario, la razón es necesaria. Sin duda, los padres de la ciencia lo sabían, y esto no significaba para ellos que la religión fuera absurda o innecesaria. Entonces ¿por qué entregarse de cabeza hacia el pensamiento de que la ciencia es opuesta a Dios? ¿No es mejor dedicarse al asombro de la creación de Dios a través del estudio de esta grandiosa creación? Esto es lo que se pretende con el presente proyecto.

A continuación, se presenta un trabajo coordinando las actividades de un grupo de estudiantes, buscando evidencias de biodiversidad dentro de sus hogares, o bien, de conocidos que estuvieran dispuestos a colaborar. En él se presenta un conjunto de especies de seres vivos, identificados por su nombre científico gracias al uso de la aplicación i Naturalist, así como una fotografía del ser, producto de la observación, contemplación y apreciación de la naturaleza circundante. Sin duda, lo que se realiza a través de este proyecto es ciencia, no es nada menos que el conocimiento científico llevado a desarrollo a través del análisis de seres vivos, aplicando los progresos de la taxonomía a través de la tecnología. 

Sin embargo, este proyecto, más que solo ser un espacio de ejercicio científico, también es una muestra de la convergencia entre la ciencia y la fe: personas que sostienen la existencia de Dios, estudiando su creación sin sacarlo de la ecuación, sin cuestionar su presencia, y dejándose convencer de su existencia gracias a su prueba más grande: su creación, recurriendo a frases extraídas de la encíclica Laudato si, para fomentar la reflexión y la admiración de la creación en pleno tiempo de pandemia por coronavirus, cada uno desde su propia casa. ¿Está usted dispuesto a buscar la convergencia de la fe y la ciencia, ya no viéndolos como polos opuestos, sino complementos? 
 

PRESENTACIÓN

bottom of page